«Nos enseñan cosas como el respeto hacia los demás o las emociones. Los días que estoy algo chungo, ir a Aldeas me ayuda a evadirme y concentrarme para trabajar y poder avanzar académicamente o como persona. También me apoya mucho a la hora de pensar qué haré cuando sea mayor y los métodos con los que alcanzaré esas metas, todo esto con la ayuda del Programa de Jóvenes. Recomiendo una actividad que hago todas las semanas desde el año pasado que se llama oratoria, porque te ayuda a expresarte muchísimo mejor y también a ser menos vergonzoso.»

«La verdad es que la Aldea te da muchas oportunidades, muchas salidas. Por ejemplo, mis estudios iban en picado, no era capaz de estudiar, no tenía ningún tipo de motivación, me daba todo exactamente igual. Ahora puedo decir que me siento orgullosa de estar haciendo algo que me gusta y hacerlo bien, ya que pensaba que nunca sería capaz y, sin embargo, me encuentro con nueves y dieces. Me gusta sentirme orgullosa de mí misma, que aquí se sientan orgullosos de mí, y lo que más me gusta es que en mi familia se sientan orgullosos también. Doy gracias por esta oportunidad, aunque a veces piense o diga que “estoy harta”.

«Al llegar por primera vez al Programa de Intervención Familiar estaba un poco desconcertado, nervioso, bloqueado y fuera de lugar. Eso pasó rápido al conocer a Violeta y Abel. En la actualidad estoy muy contento de cómo están yendo las cosas y lo bien que nos vino tener a este equipo a nuestro lado. Aparte de los resultados, que son evidentes, lo que más nos ayudó para poder comunicarnos es la confianza que transmiten y el don de gentes que tienen. Esa paciencia y humanidad sin la que sería muy complicado abrirse. David (padre), 39 años. Programa Especializado de Intervención Familiar.»